Por alguna extraña ley de la física, todo el mundo tiene un amigo en Londres. Sé que la afirmación es algo arriesgada, (admito que es una teoría propia y por tanto poco fiable) pero debo dejar claro que he llevado a cabo una amplia muestra antes de realizarla.
Dentro de unos días me voy a la capital británica de vacaciones, y si, me voy sola. Esta característica ha provocado una avalancha de solidaridad entre mis amigos, que al conocer mi proyecto, reaccionaban de manera idéntica.
- ¿Te vas a Londres? Yo tengo un amigo allí.
- Ahá... así que tienes un amigo en Londres... ¿Y? ¿Me lo regalas? ¿Quieres deshacerte de él? ¿Te debe dinero?
- No, pero si necesitas algo...
Sólo se trata de un amable ofrecimiento, lo sé, y que en caso de necesidad, vuestros amigos podrían resultarme muy útiles, pero no olvidemos la palabra más importante de esta frase: TÚ.
Tú tienes un amigo en Londres y yo soy tu amiga, pero por mucho que lo cantaran los de Objetivo Birmania, a mi no me convence. Los amigos de mis amigos NO son mis amigos. (Si habláramos de enemigos la cosa cambiaría)
Aunque os lo agradezco, no puedo aceptar vuestras ofertas, como ya he dicho al principio... todo el mundo tiene una amigo en Londres, y yo, tendré que encontrar al mio.